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El hambre, poema de Miguel Hernández

Publicado: junio 17, 2010 de 451farenheit en Musica
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Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura,
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.

No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.

En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.

Miguel Hernández fue un poeta español, antifascista, defensor de la república y del pueblo. Considerado uno de los poetas más importantes del siglo XX español, murió en una cárcel franquista en 1942, con sólo 31 años.
Aquí una versión del poema, por Reincidentes:

Poco antes de salir la Columna Durruti fue cuando su delegado, que se encontraba discutiendo en el Sindicato Metalúrgico sobre una cuestión de blindaje de camiones, recibió al periodista del Toronto Star, Van Passen, que publicaría un reportaje bajo el título: «Dos millones de anarquistas luchan por la revolución». Este es un extracto de esa entrevista:

—»¿Espera usted alguna ayuda de Francia o de Inglaterra, ahora que Hitler y Mussolini han comenzado a ayudar a los militares rebeldes?» pregunté.
—»Yo no espero ninguna ayuda para una revolución libertaria de ningún gobierno del mundo» respondió Durruti secamente. Y agregó:  «Puede ser que los intereses en conflictos de imperialismos diferentes tengan alguna influencia en nuestra lucha. Eso es posible. El general Franco está haciendo todo lo posible para arrastrar a Europa a una guerra, y no dudará un instante en lanzar a Alemania en contra nuestra. Pero, a fin de cuentas, yo no espero ayuda de nadie, ni siquiera, en última instancia, de nuestro Gobierno.»
—»¿Pueden ustedes ganar solos?» pregunté directamente.
Durruti no respondió. Se tocó la barbilla, pensativamente. Sus ojos brillaban. Y Van Passen insistió en la pregunta:
—»Aun cuando ustedes ganaran, iban a heredar montones de ruinas» me aventuré a interrumpir su silencio.
Durruti pareció salir de una profunda reflexión, y me contestó suavemente, pero con firmeza:
—»Siempre hemos vivido en la miseria, y nos acomodaremos a ella por algún tiempo. Pero no olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza. Somos nosotros, los obreros, los que hacemos marchar las máquinas en las industrias, los que extraemos el carbón y los minerales de las minas, los que construimos ciudades… ¿Por qué no vamos, pues, a construir y aún en mejores condiciones para reemplazar lo destruido? Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero -le repito- a nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones«, dijo, murmurando ásperamente. Y luego agregó:  «Ese mundo está creciendo en este instante».

Durruti fue un anarquista español que luchó contra el fascismo en la Guerra Civil española. Tras la revolución española del 36, la columna Durruti se dirigió al frente, proclamando el Comunismo Libertario en los pueblos que tomaba. Durruti murió en Madrid, el 19 de noviembre de 1936, asesinado por una bala de origen desconocido. Su funeral en Barcelona fue asistido por medio millón de personas.